La batalla final
La batalla final de
la guerra que llevamos adelante desde este planeta en defensa del universo,
dirigidos por el Señor de señores y Rey de reyes, que es Cristo como
comandante soberano contra Satanas y sus huestes, angeles creados y no dioses,
organizados en rebelion, los cuales han sido condenados a permanecer en esta
galaxia (o en este “mundo”) en prisiones de oscuridad. Tiene como campo de
batalla final un escenario que se ha definido en dos espacios. Uno el propio de
una guerra perdida que fue Roma, es
decir el Vaticano que representa a la bestia de Apocalipsis 17. El otro, el
engaño o camuflage, Wasignton, es decir, la bestia de Apocalipsis 13 que
representa las 45 mil misiones “evangelicas” que predican a un Cristo enseñando
el purgatorio, o la gloria para los que mueren. Y para los que creen que viven
en “la verdad”, el dia del Sol como dia de descanso y no el sábado del cuarto
mandamiento de la Ley de Dios (S. Mateo 5: 17-20; Exodo 20: 1-17; S. Lucas 4:
16).
Dice S. Juan refiriéndose al papado: “Vi a una
mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemias, que
tenia siete cabezas y diez cuernos. La mujer estaba vestida de purpura y
escarlata, adornada de oro, piedras preciosas y perlas, y tenia en la mano un
caliz de oro de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación. En su
frente tenia un nombre escrito, un misterio: “BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE
LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA”. Vi a la mujer ebria de la
sangre de los santos y de la sangre de los mártires de Jesus. Cuando la vi quede
asombrado con gran asombro” (Apoc. 17: 3-6).
El misterio, el
asombro del profeta es que no comprendia quien era y como esta mujer atacaría
al pueblo de Dios. Pero nosotros hoy si sabemos que la Iglesia Catolica
persiguió a los cristianos durante mas de mil años, y además se convirtió en
una especie de iglesia pacifica que la daria todo el poder a sus hijas, las
iglesias “evangelicas” que nacen al antojo de falsos pastores y pastoras; solo
por el interés de diezmos y ofrendas.
Ellas, y todos los
reyes de la Tierra han fornicado y se han embriagado con el vino de su
fornicación (Apoc. 17: 2).
Continuara.
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